Fábricas, bares y restaurantes proponen, en la capital santafecina, una carta con los mejores sabores.
La cultura cervecera llegó a Santa Fe con los primeros inmigrantes europeos, a mediados del siglo XIX. Italianos, polacos, suizos, croatas, checoslovacos y alemanes, entre otros, no se resignaron a olvidar semejante delicia y se aferraron a la tradición. Así comenzó a proliferar la industria cervecera local, la producción artesanal y los patios cerveceros, donde la gente iba a consumir esta bebida y llevaba su propia comida.
La Municipalidad de Santa Fe capital, el gobierno provincial, las fábricas Santa Fe y San Carlos y la Asociación Somos Cerveceros, de productores artesanales, celebraron en marzo el primer Encuentro de Cerveceros, para mostrar usos y costumbres forjados en torno a esta bebida. La fiesta convocó a más de 8 mil personas y seis colectividades. La fábrica Santa Fe, fundada en 1912 por el maestro cervecero alemán Otto Schneider, es la punta del ovillo para empezar a tejer la historia de la cultura cervecera en la ciudad.
Aquí se acostumbra degustar el producto de barril en liso, un vaso de vidrio sin textura, de 255 cm cúbicos, que permite conservar la bebida en su temperatura ideal como apreciar su color. La modalidad fue implementada por el pionero.
La excursión por la cervecería, que elabora las marcas Santa Fe, Córdoba, Salta, Schneider, Heineken y Budweiser, comienza en un moderno bar, donde un video narra cómo los sumerios inventaron esta bebida que luego llegó a Egipto, Europa y se expandió por resto del mundo. Siguen imágenes del proceso de fabricación, a base de malta (cebada), lúpulo y agua. Después del documental, la guía retoma su relato, en medio del aroma del mosto en ebullición. Muestra el sector molinos y el área de la cocina, donde el calor es agobiante y se ven ollas que cargan entre 20 mil y 40 mil litros de malta macerada en agua.
Llega el turno de sumar el lúpulo -ingrediente que aporta el aroma y el sabor característicos- que se fermenta con levadura, generadora del alcohol y el gas carbónico. Provistos de lentes protectores, los visitantes aprecian las etapas de maduración y embasado. Diferentes tipos de botellas y latas corren por las cintas transportadoras. La planta envasa mil unidades por minuto y produce 2.600.000 hectolitros por año.
El momento de gloria llega "al pie de la vaca", como denominan los expertos el acto de degustar la cerveza recién extraída de los tanques. Los lisos pasan de mano en mano, con los 2 cm de espuma obligatorios, para que el trago sea perfecto.
La experiencia continúa en una señorial casa de dos plantas, dentro del predio, donde se exhiben fotos de antiguos patios cerveceros y de fábricas que funcionaron en la capital, y herramientas como seleccionadoras de malta, filtros, ollas de cobre para elaborar mosto y barriles de madera.
Entre bares, restaurantes y choperías, la ciudad de Santa Fe ostenta más de 130 direcciones que sirven el famoso liso. Entre los platos que acompañan, en El Castillo, se destacan el yacaré con puré duquesa a la cerveza roja, conejo a la cerveza negra y cordero con la variedad de cerveza América Peleale. Para los que gustan de sabores más simples, hay pastas y pizzetas.
Otro sitio ideal para deleitarse es la Chopería Santa Fe, con sus bastones de surubí. De plato principal, más pescado de río, aunque también ofrecen platos internacionales y minutas.
En la antigua Estación Belgrano, una joya de la arquitectura de principios del siglo XX, el bar Saer homenajea al escritor santafesino Juan José Saer. Además de servir cerveza y algunos platos, permite disfrutar los típicos alfajores santafesinos Merengo.
Pero Santa Fe ofrece mucho más que cerveza: su arquitectura, las dos costaneras, el casino y el palomar de la plaza Colón, complementa una visita simplemente perfecta.
Fuente: Clarín Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/05/09/v-02193120.htm